viernes, 4 de noviembre de 2011

El carnaval; viejo señor de los rituales.

El Carnaval es la fiesta de la alegría, del desenfreno, del exceso; es la fiesta por antonomasia, pues con denominación diversa y características distintas aparece en todas las épocas y culturas más dispares. Como simbolismo general, el carnaval representa cierta alteración del orden que organiza la sociedad durante el año; donde las jerarquías y los roles se confunden. Y en nuestra tierra, y especialmente en el interior, la fiesta toma características propias que la identifican.
En nuestra ciudad asociada a los corsos, el carnaval rememora las tradiciones europea con aquellos desfiles de «carros ornamentados y grupos de comparsas». Y están las carpas, la máscara, el disfraz y el juego con agua, harina o pintura hasta la embriaguez.
En otros lugares de nuestra vasta geografía, el carnaval viene a asociarse a los ritos precolombinos y propiciatorios de las cosechas y las deidades de la tierra que se realizaban mucho antes que se denominara como tal a esta fiesta.
El "jugar con agua" en carnaval alude a una intención purificadora, tal como ocurre en ceremonias bautismales y de exorcismo, donde el líquido elemento cobra poderes de desencantamiento o prodigios mágicos.
Ya en la antigüedad clásica se utilizaban pilas con agua y ramos de olivo para purificar a los visitantes. Además, en antiquísimas referencias europeas, el agua no sólo figura como una manera destacada de celebrar el carnaval, sino que haya similitud en su igual intención purificadora. En Génova, por ejemplo ya en 1588 se utilizaban huevos rellenos con agua para arrojar desde las ventanas. Estos serían pues los antecedentes más elocuentes de las actuales bombuchas.
Ya en 1820 un anónimo viajero inglés, que vivió en Buenos Aires, relataba que llegado el carnaval se ponía en práctica "una desagradable costumbre: en vez de música, disfraces y bailes, la gente se divierte arrojando cubos y baldes de agua desde los balcones y ventanas a los transeúntes, y persiguiéndose unos a otros de casa en casa. Se emplean huevos vaciados y rellenados de agua que se venden en las calles. Las damas no encuentran misericordia, y tampoco se la merecen pues toman una activa participación en el juego. Más de una vez, al pasar frente a ellas, he recibido un potente huevazo en el pecho. Quienes por sus ocupaciones están obligados a transitar por la calle salen resignados a soportar el obligado baño. Los diarios y la policía han tratado de reprimir estos excesos, pero sin éxito alguno".











http://youtu.be/WQHUzAUTBjs

http://youtu.be/Nng1xz9BuiE

http://youtu.be/BkzDuwAklN0





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